Para mi, dibujar es saber mirar y dar forma a lo visto.
Mis primeros veinte años los pasé en un sexto piso del centro de Madrid, de modo que la ventana de mi habitación me ofrecía un paisaje de azoteas, chimeneas y antenas, y como siempre he dibujado lo que me rodea, empecé por los tejados, seguí con las fachadas y terminé bajando a la calle.
Pasear por la ciudad con un cuaderno y una pluma me permite aprender de lo que me rodea, descubrir la esencia que se esconde detrás de la apariencia: las ciudades respiran y sus edificios cuentan con una vida autónoma.
Utilizo la intuición y la libertad de trazo para insuflar animismo a los materiales más estáticos.
Madrid, en particular, es una ciudad abocada a la provisionalidad, dibujándola me limito a advertir y captar sus conatos de movimiento.
El procedimiento es sencillo, no busco nada, solo tener encuentros que me motiven a dibujar.